Segundo García, salesiano y exdirector de un centro de menores, les contó cómo surgió la necesidad de crear este tipo de pisos para chicos y chicas, mayoritariamente inmigrantes, que al cumplir los 18 años son tratados como adultos y se quedan sin un sitio donde vivir, tras haber pasado varios años de su vida en casas de acogida. Los pisos son un refugio para algunos de ellos donde pueden continuar estudiando y trabajando. Rosana, educadora social, se encarga de ayudarles en todo este nuevo camino que tienen por delante. Gracias a ellos y a muchos trabajadores y voluntarios más, se consigue formar una familia y lo más importante, dar una oportunidad a aquellos que más la necesitan.
Tras contar en qué consiste su trabajo en los pisos y la situación en la que se encuentran los jóvenes que viven allí, leyeron una carta redactada por un joven inmigrante que consiguió llegar al país después de 750 Km a pie hasta Marruecos y en patera hasta Almería; por diversas circunstancias acabó en un centro de menores en Valencia y, por azar, conoció a Segundo. Gracias a esto los salesianos le proporcionaron ayuda para acabar los estudios y conseguir un trabajo digno.
Esta historia es una de tantas que pasan por este tipo de situaciones y que gracias a la labor que se hace en los distintos programas de la Fundación, se consigue que unos cuantos afortunados logren un futuro mejor.
Nuestros alumnos y alumnas pudieron preguntarles dudas, plantear sus inquietudes sobre lo que habían escuchado, siempre en un ambiente de profundo respeto y admiración. Por último, desde las tres clases, se les quiso regalar unas cajas de bombones para que llevaran a los pisos, además de anunciarles una futura aportación mayor.
